Por Santiago García (*). Entrevista realizada en Madrid el 27 de noviembre de 2008 para ABCD, suplemento cultural del diario ABC, donde se publicó originalmente el 6 de diciembre en una versión editada. El texto se publica aquí de forma íntegra por primera vez.
Paco Roca ha sido el historietista del año. Su novela gráfica Arrugas (Astiberri), protagonizada por un jubilado enfrentado al alzheimer y la soledad, ha acumulado los premios más importantes, desde Barcelona hasta Lucca, y finalmente el Premio Nacional de Cómic. Los lectores también han distinguido esta obra llevándola hasta su tercera edición en apenas un año.
El
premio no te ha sorprendido, ¿verdad? Pocas veces ha habido tanta unanimidad
en destacar a un cómic como el cómic del año.
Hombre,
claro que te sorprende. Siempre tienes la ilusión del nominado. Con este
premio está claro que se valoraba una obra, no una trayectoria, pero siempre
te asusta estar junto con Carlos Giménez o con Miguel Gallardo, que tienen una
larga obra. También pensaba que después de ganar tantos premios, no le darían
este.
¿Qué
reflexión has hecho sobre el fenómeno de Arrugas?
Yo
creo que es algo que va más allá de la calidad del cómic. Hombre, yo me
imagino que el cómic está bien, porque si no, no le habrían dado tantos
premios, pero yo creo que influye mucho el tema que toca, que es algo de
actualidad, y que en España tocaba premiar ahora algo así. En Francia esto no
ocurriría. Allí podría ganar un premio nacional XIII o un cómic de
género. Me parece que en España estamos todavía un poco por detrás, porque nos
sentimos obligados a premiar algo que sea para adultos, con un tema social, y
para eso, el candidato perfecto podía ser María y yo o Arrugas.
Pero
aparte, creo que el tema nos afecta a todos. Porque el tema de María y
yo, el autismo, tal vez sea más particular, pero el tema del alzheimer, y
más en general de la vejez, nos toca a todos. Mucha gente se lo ha leído y
reconoce en sus personajes a su abuela o a su madre, o ha tenido una sensación
parecida cuando ha llevado a su madre a una residencia. A todo el mundo le ha
parecido muy cercano. También porque el cómic es muy apropiado para contar
temas tan dramáticos que llegan más allá de los sentimientos. Hay muchas
personas que me han contado cuestiones de sentimientos que van mucho más allá
de lo que yo quería contar en el cómic.
Realmente, María y yo y Arrugas han sido los dos cómics del año. Los dos
coinciden en tocar la enfermedad. Ha habido quien ha empezado a hablar de
cómic social a raíz de estas dos obras. ¿Qué opinas de eso?
Ha
sido una casualidad que coincidiesen los dos en un año, pero el cómic social
ya existía antes. Píldoras azules, por ejemplo. Pero yo no creo que en
realidad exista un cómic social como género, creo que existe más como una
vivencia personal ante un problema. De hecho, Arrugas no habla de la
vejez y del alzheimer, habla de la soledad de las personas, y María y
yo también habla de los sentimientos, de la relación de un padre con su
hija y del problema de que la hija ve el mundo de otra forma. Pero yo creo que
no son cómics que funden un género.
Ahora
que has dicho lo del género, supongo que uno de los problemas que te encontraste
al abordar este tebeo fue el de encontrar un modelo que seguir, ya que uno
siempre parte de algo a la hora de crear.
Con Arrugas he aprendido mucho sobre cómo hacer un cómic precisamente
porque no tenía referentes. Cuando abordas un cómic de aventuras o de otro
género, sí que tienes en la cabeza ciertas soluciones, ya sea inspiradas por
el cómic o por el cine. A mí me cuesta imaginarme una escena de acción que no
esté influenciada por Spielberg o por Miller. En el caso de contar una
historia sobre personas mayores que están sentadas, te tienes que inventar un
lenguaje. Así que en cierta forma he tenido que replanteármelo todo. Eso sí,
partes de una estructura clásica para contar una historia, que es la
estructura de las aventuras, lo más clásico posible, que es la historia de un
personaje que llega a un entorno diferente y se encuentra con un guía que le
lleva por ese nuevo mundo, la clásica estructura de la Divina Comedia.
Ahí está el miedo al llegar al sitio, el miedo al piso de arriba, el intento
del personaje por no caer ahí... Esa estructura sí que es lo más clásico
posible. Pero en cuanto al lenguaje y los personajes tenías que replantearte
las cosas, porque los tópicos no funcionaban, no habrían hecho creíble la
historia.
En
parte utilizas recursos de género para sujetar una historia que no es de
género.
Esta
historia podía haber sido contada de muchas formas, pero quería que empezaras
a leerla y te enganchase, igual te engancha una historia de misterio o de
aventuras, en la que continuamente están pasando cosas y una cosa te lleva a
la otra. Quizás eso haya sido uno de los elementos que ha hecho que haya
funcionado, que tiene una estructura de misterio, de género, para contar una
historia de sentimientos.
Te
has esforzado porque fuera muy asequible y muy legible por parte del lector no
habitual de cómic.
Sí,
cuando escribo una historia me esfuerzo porque pueda gustarle a mis amigos que
no leen cómic, o a mis padres. La estructura es muy francesa, digamos, muy
cuadriculada, la historia es muy lineal, la forma de narrar, incluso el estilo
de dibujo es muy amable. No es lo que tocaría a una historia así. Lo que yo
quiero es que llegue. Quizás con otro estilo hubiera sido más dramático, podía
haber contado cosas que hubieran sido más fuertes. Pero prefería perder ese
tipo de cosas con un dibujo menos virtuoso y llegar a muchísima más
gente.
Pero
no has faltado a tu estilo habitual, has seguido la línea que venías
siguiendo.
Quizás
sea un poco más humorístico, porque aparte de que quedase amable, que no fuese
demasiado sombrío, a pesar de que en algunas escenas me chirriase un poco,
como cuando sube al piso de arriba, que me parecía demasiado blandito; pero
por otro lado, ese tipo de dibujo venía bien para poder contar los
sentimientos de los personajes. Es un estilo de dibujo casi como de Uderzo,
muy francés. Pero eso me permitía hacer que los personajes gesticulasen mucho
más. Al final, la gracia del cómic era la vida que pudiesen tener los
personajes, casi todo son primeros planos o planos medios.
El
dibujo es muy sencillo pero muy eficaz. ¿Te costó más encontrar el tono justo
en el guión o en el dibujo?
Yo creo
que en el guión. El dibujo, más o menos, es diferente, más humorístico, pero
me muevo dentro de un estilo muy francés. Pero el guión, sí, era difícil
encontrar el punto porque no quería que fuese sensiblero, no quería que cayese
en los tópicos sobre la vejez, y ante todo que fuese optimista. Sí, iba a
contar un drama, pero quería que acabase con una pequeña esperanza, con una
luz al final del túnel. Apenas hay personajes que sean muy negativos, quizás
el más negativo sea Miguel, y al final se convierte en otra cosa. Igual es que
mi visión de las cosas es más optimista que pesimista. Encontrar ese punto en
que funcionase lo que estaba contando, pero con un punto de humor, pero con
respeto, tenías que mantenerte en ese equilibrio. De hecho, en las residencias
hay historias muy duras, historias de suicidios, de sexo entre ancianos que se
aprovechaban de mujeres que tenían demencia, de malos tratos... Hay una enorme
cantidad de historias sórdidas en las residencias, pero me parecía que eso era
ya salirse de tono.
De
hecho, Arrugas es muy lineal, tiene crestas, momentos más altos y
momentos más bajos, pero lo que quería era quedarme corto. Ante el miedo de
poder pasarme de sensiblero, porque hubiese perdido toda la credibilidad,
prefería que fuese algo muy frío, y aún así a veces me he pasado. Ese
equilibrio fue lo más difícil.
El
lector necesita una esperanza, una posibilidad de redención final, para no
alienarse.
Está
claro que se pueden contar historias de muchos tipos, pero para mí lo primero
es entretener, y lo segundo transmitir tu mensaje. Si no entretienes, me
parece muy difícil que tu mensaje vaya a llegar.
En
tus obras anteriores, habías mostrado una tendencia hacia localizar las
historias en España, en la guerra civil, en la Alhambra, o en El juego
lúgubre. Sin embargo, Arrugas tiene lugar en un ambiente de
neutralidad genérica. ¿Eso es algo a lo que uno se ve obligado como autor para
poder acceder al mercado internacional?
Bueno,
localizar esta historia no aportaba nada. Mis historias anteriores sí, tenían
que pasar en un lugar determinado que era determinante para la historia. La
residencia de Arrugas podía estar situada en cualquier sitio. Además,
sí, es cierto que el mercado francés te exige ciertas cosas. Incluso tuve que
afrancesar algunas páginas para que el editor estuviese contento. Por ejemplo,
cuando Emilio tiene el flashback y vuelve al aula donde estudió de niño, en la
versión española había un crucifijo y un mapa de Europa. Me dijeron que el
crucifijo lo quitase, porque Francia era laica desde hacía mucho tiempo, y que
el mapa de Europa tal vez podría cambiarlo por uno francés. Cambié eso, cambié
el menú de nochevieja para que fuese un menú de nochevieja típico francés, y
los horarios de la residencia. Pero es la mentalidad francesa. En España a
ningún editor se le ocurriría decirle a un autor francés que cambie ese tipo
de cosas.
¿Crees
que se está creando un “estilo internacional” del cómic sobre el eje de
Francia semejante al que se está creando en cine?
Yo
creo que en algunas cosas sí. No hay tantas limitaciones. Si lo que quieres
hacer tiene que estar ambientado por necesidades del guión en España, lo
puedes hacer. De hecho, Hijos de la Alhambra estaba ambientado aquí. Lo
que pasa es que sí tienes que pensar que el protagonista tiene que ser
francés. Pero sí es cierto que es algo que tienes que tener en cuenta, sobre
todo si el libro lo producen ellos. Otra cosa es que lo publiques en España y
ellos adquieran los derechos una vez publicado aquí, evidentemente. Pero si es
producido para Francia, alguna vez piensas en pequeñas concesiones, siempre y
cuando no cambien el guión, como en el caso de Arrugas. Pero creo que
es la mentalidad francesa, que son en cierta manera un poco
chauvinistas.
¿El
mercado francés te ha resultado muy difícil?
La
verdad es que yo he tenido bastante suerte. No tengo la sensación de haber
entrado en el mercado francés porque ha sido muy fluido. He empezado
publicando en España y vendiendo los derechos a Francia, y luego he pasado a
publicar directamente en una editorial francesa. Ahora que he estado en
Italia, he tenido la sensación de que los italianos son muy parecidos a los
españoles: para ellos, los autores extranjeros son los mejores, como nos pasa
a nosotros aquí, que pensamos que cualquier autor extranjero es mejor que los
españoles. Sin embargo, los franceses siempre consideran que lo que haces está
un escalón por debajo, salvo que llegues a ser un número uno como Guarnido o
Miguelanxo Prado, en cuyo caso ya te toman por autor suyo, te consideran autor
francés. Pero hasta llegar ahí, sí es más difícil. De hecho, Arrugas ha
tenido mucha difusión en medios en España y en Italia, pero en Francia no
tanto.
Pero
en Francia también ha ido muy bien.
Sí,
pero podía haber ido mejor. Prácticamente lo que se ha vendido en España es lo
que se ha vendido en Francia. También porque en España se ha vendido
muchísimo. Pero en Francia ha salido en una colección minoritaria. Este ha
superado sus expectativas, pero no ha sido el bombazo. Cada álbum en cada país
tiene su momento. Para Arrugas era su momento en España y en Italia,
pero no era su momento en Francia. Tal vez porque Persépolis y otros
cómics que puedan tocar temas como éste ya los ha habido desde hace por lo
menos cinco años, y entonces, por lo que sea, no ha llegado al calado que ha
tenido en España.
Bueno,
posiblemente en Francia todavía tenías que hacerte un nombre que se ha hecho
precisamente con Arrugas. Y en la próxima obra partirás de un punto más
avanzado.
Sí, está
claro. En Francia, si eres un autor extranjero, tienes que ir poco a poco.
Notas que cada vez tienes más nombre, pero no es un mercado fácil. Entrar es
complicado, pero una vez dentro, ir escalando no es fácil.
En
España es posible hacer tebeos sin pensar mucho en nada más. En Francia hay
que ser más consciente de la carrera que uno está haciendo,
¿no?
Sí,
al final es una industria. De hecho, cuando acabé Arrugas en Delcourt
me dijeron que hiciera lo que quisiera. No querían que la publicase en la
misma colección porque, según ellos, no era bueno para la editorial ni bueno
para mí, porque es una colección donde tienes libertad total para hacer lo que
quieras, pero en Francia lo que venden son las series. A mí no me apetece
hacer series. Para Delcourt, la colección de novela gráfica es una cuestión de
prestigio, pero las ventas no se pueden comparar con La mazmorra o con
otras series. Para ellos lo rentable sería que hiciera una serie, pero a mí no
me gusta el formato serie. La novela gráfica da menos dinero, pero yo estoy
contento.
¿Y
cuál es esa obra en la que estás trabajando ahora?
Es
una obra inspirada en algo que me pasó un día yendo a casa de una amiga en
Valencia, donde vivo. Me perdí por el barrio del Carmen. A mí me da mucho
miedo perderme, así que esta la historia de un tipo que se pierde en un barrio
y no puede salir nunca de él. Esa es la estructura, pero de lo que realmente
va es del destino, de si podemos o no cambiar el destino. Dostoievski decía en Memorias del submundo que todo es cuantificable, que incluso los
sentimientos y las pasiones de las personas se pueden medir, y que midiendo
esas pasiones podemos saber dónde vamos a acabar diez o veinte años después.
Yo también creo que observando con detenimiento a un niño podríamos saber si
dentro de unos años va a tener un monovolumen, un 4x4 o un utilitario, porque
al final nuestro margen de decisión es bastante escaso. De hecho, se titula Las calles de arena, parafraseando un relato de Borges que se titula El libro de arena y que trata también del destino.
Es
más una historia de un dibujante. Si Arrugas es la historia de un
guionista que a ningún dibujante le gustaría hacer, esto es más la historia de
un dibujante. También está hecho pensando un poco en el mercado francés. En Arrugas el dibujo estaba muy al servicio de la historia, y me apetecía
ahora hacer algo con un dibujo más llamativo, que visualmente sea más
atractivo. Ahora es una historia coral con más cambios de escenarios. A la
hora de dibujar ha sido más agradable de dibujar que Arrugas.
¿Y
está ambientado en Valencia o en una ciudad genérica?
Pues al
principio estaba ambientado en Valencia, pero al final piensas que si no estás
tan sujeto a la realidad, puedes hacer cosas incluso más surrealistas.
Entonces, aunque la base del barrio es el Carmen, al final he cogido cosas que
me gustan de diversas ciudades.
Supongo
que todo lo que te ha pasado te habrá influido de alguna manera en el proceso
de creación de este libro nuevo.
Sí,
bueno, en el segundo plazo que me dieron tenía que haberlo terminado en marzo
pasado. Esta es una historia que tenía desde antes de Arrugas. Lo que
pasa es que lo paré porque pensé que Arrugas era mejor para entrar en
el mercado francés. Así que tenía la historia desde hacía mucho tiempo, la
paré, hice Arrugas, y cuando la retomé no tenía ni idea de cómo iba a
funcionar Arrugas, así que no me influyó demasiado, pero sí que una vez
que he visto el álbum de Arrugas he echado marcha atrás y he intentado
arreglar algunas cosas, pero creo que me influirá más en otras cosas
futuras.
¿Pero
no tienes cierto miedo ahora a la siguiente obra?
Por
suerte, como Las calles de arena lo tengo más o menos terminado, ahí no
me ha podido afectar. Pero sí que te da miedo, porque no quieres defraudar a
la gente, lo mejor sería retirarse y no hacer nada más. Pero también te
planteas que hasta aquí ha sido una etapa, y a partir de aquí me lo han
facilitado todo. Porque llegar a esta posición supone mucho trabajo, pero los
premios son como un atajo. Si te lo tomas así, me quita presión de tener que
ganar un premio en Lucca, un premio nacional... Todo eso ya está, tengo más
libertad para relajarme. Además, los premios tienen la importancia que tú
quieras darle. Si no te influyen mucho cuando no los ganas, tampoco te tienen
que afectar cuando ganas.
Bueno,
no son sólo premios, son también los lectores.
Sí,
eso me da mucho más miedo. Porque 11.000 ejemplares de Arrugas va más
allá del mundo del cómic, y eso es así porque ha tenido mucha difusión en los
medios por el tema que toca. Y seguramente Las calles de arena no va a
vender eso, porque es un tema que a priori no va a interesar en
general.
No
estás preocupado por tener que superarte.
Es
que esto va mucho más allá de lo que está en tu mano. Puede que Las calles
de arena sea mucho mejor narrativamente, mucho mejor el guión, mucho mejor
el dibujo, pero no llegue a tocar ese tema que lo convierta en un best-seller.
Te gustaría, y lo intentas, y seguramente cuando no salga me frustrará, pero
es algo que no puedes valorar. De todas formas, sí que tengo la sensación de
que ya he hecho algo que va más allá de los premios, que es lo que más me
importa. A la semana de recibir el premio en Lucca, me escribió un correo
Vittorio Giardino, para decirme que casi llora con Arrugas, que hacía
años que un cómic no le impresionaba tanto, y que su madre había muerto de
alzheimer muchos años antes. Cuando recibes algo así, te emocionas. Ya sabes
que no vas a volver a hacer una historia que haga llorar a alguien, si es que
hacer llorar es un valor añadido.
Dice
Lewis Trondheim en Desocupado que los dibujantes de cómic envejecen muy
mal. ¿Es así?
Yo no
estoy de acuerdo. Lo que pasa es que para muchos autores franceses el cómic es
diferente que para mí y otros autores. Ellos, como los americanos, forman
parte de una industria, y eso provoca cierta crisis, porque en cuanto acabas
un proyecto empiezas otro, a veces tienes que hacer dos al año, y pierdes ese
sentimiento con el que empezaste a hacer cómic. Cuando llegas a ese
planteamiento se produce la crisis, porque los cómics dejan de servir la
necesidad de contar para servir a la necesidad de ganarse la vida. Es el
problema cuando el cómic se convierte en un negocio.
Posiblemente
en Francia un autor de tu edad está quemado, mientras que tu te sientes como
si estuvieras empezando.
Sí,
para mí el cómic tiene tantas posibilidades que ahora me apetece contar muchas
cosas, pero a mi ritmo. A mí me gusta el camino de Jason Lutes, que le dedica
diez años a hacer Berlín porque es lo que necesita. O Giardino, que con
más de sesenta años está haciendo ahora las cosas más interesantes. O Will
Eisner, que con 90 años seguía haciendo cosas. El cómic debería ser como la
literatura, en la que muchos autores empiezan a hacer cosas interesantes
cuando se jubilan.
Mientras
que los novelistas empiezan a hacer cosas interesantes a partir de los 40, los
historietistas se retiran a esa edad.
Pero yo
creo que eso es porque hasta ahora, en el cómic importaba más el virtuosismo
gráfico que contar una historia. Pero eso está cambiando. Cuando tienes cosas
que contar, sigues manteniendo esa ilusión.
¿Entonces
te ves de viejito haciendo tebeos?
Yo creo
que sí. Ésa es mi ilusión.
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(*) Santiago García (Madrid, 1968) es traductor y guionista de cómics, y escribe sobre tebeos para ABCD, el suplemento cultural del diario ABC. Como guionista de historieta ha publicado la novela gráfica La Tempestad y dos álbumes de la serie El Vecino, así como historias cortas en las revistas Dos Veces Breve y El Manglar.